Quería empezar este post hablando de algunas pocas cosas positivas que nos ha enseñado el 2020, al menos en estas primeras líneas, pero ni quiero engañaros a vosotros ni tampoco engañarme a mí mismo. Este año, que está a pocos días de terminar, ha sido un auténtico año de mierda. Esta es la verdad. Lo estrené, ingenuo a lo que estaba por venir, ilusionado, paseando por las romanas calles del Trastévere. Y muy probablemente lo acabe solo, en pijama, haciendo zapping para decidir cuál es el canal menos casposo para comerme las uvas. Apagando la tele a las doce y media y haciendo de "un vaso de leche y a dormir" mi felicitación de año nuevo. Pero la soledad no me asusta, y mucho menos si es por una buena causa. Y este año, aunque nos pese, es más que necesaria.
Siempre seremos "aquella generación de valientes que luchó en 2020 contra una pandemia mundial", o al menos así espero que salga en los libros de historia del futuro. "Los ciudadanos del mundo que con responsabilidad y esfuerzo combatieron al virus de nombre Covid-19". Y que no hablen de los negacionistas, de los del chip 5G, de los antivacunas, del cinismo y del oportunismo político, de los que se toman esto a pitorreo, de los que no arriman el hombro en un momento tan importante y siguen quedando en grupo, con la mascarilla quitada "porque estoy fumando", "porque si no no se me entiende", "porque no le tengo miedo al virus", "porque miro por mí y mi respeto hacia ti es inexistente". Espero que todo esto no lo saquen en los libros de historia. Si no, qué vergüenza. Ni cuando dejamos de aplaudir a los sanitarios porque en realidad salíamos a aplaudirnos a nosotros mismos y no a ellos. ¿Os acordáis? Que esto tampoco salga, por favor, o haremos el ridículo.
En cuanto a lo positivo, que claro que lo ha habido aunque haya preferido dejarlo para el final, pues agradecido porque en mi casa a pesar de haber sido tocados por el virus, ya están todos recuperados. He tenido tiempo para leer, para ver películas y series. Más que nunca. Tiempo también para el "dolce far niente", algo más que recomendable para los que sufrimos de ansiedad. He aprendido a comer mejor y a disfrutar de madrugar un sábado para ir a la pescadería. Bueno es también que mi cabeza haya seguido creando historias, aunque menos de las que hubiera querido, y mis lápices llenado de paisajes la libreta. Y la vuelta del fútbol, esto también es positivo. Con mi Atleti pudiendo acabar el año en lo alto de la tabla. Lo sé, quizás resulte algo controvertido esto último. Pero qué queréis que os diga, cada cual tiene sus cosas. Y estas, a pocos días de empezar un nuevo año, son las mías.
Feliz 2021 a todos, de corazón. Sed responsables para que podamos acabar el próximo año de una mejor manera y llenándonos de besos y abrazos.
Y a usted, querido 2020, gracias por lo aprendido, aunque no haya sido mucho.
Pero, por favor, cierre la puerta al salir.