miércoles, 28 de febrero de 2018

Cuando los futbolistas mueren

Hace ya algunos años, escuché una reflexión del escritor y cineasta David Trueba que quise guardar para mí y usarla de vez en cuando. Dijo algo parecido a esto: "Te das cuenta de que te estás haciendo mayor cuando tus ídolos futbolísticos son más jóvenes que tú". Poca broma. Rozo ya los cuarenta y Saúl, Koke, Griezmann y compañía están en la mitad de la veintena.

Pero la cosa se pone más seria cuando aquellos jugadores que fueron referencia en tu infancia, aquellos jugadores de los que hablaba tu padre empiezan a irse. Empiezan a morir. Alfredo Di Stefano, Johann Cruyff, Luis Aragonés,... y ahora, la pasada noche, Enrique Castro "Quini". Con ellos se va siempre algo de nuestras vidas. Los goles (de hace treinta años y en televisores de tubo) cantados por tu padre, cobran entonces otro sentido. Y los cromos, que intercambiaste con tus compañeros de colegio, cogen una nueva tonalidad de color: un color vintage que los hace formar parte de la historia de tu vida.

Siento mucho cada pérdida que relaciono con mi infancia, ya sea en el ámbito del cine, de la música o de cualquier otro arte o profesión que dejara huella en mi memoria. Son siempre duros mensajes de realidad. Pero con el fútbol, ¡ay con el fútbol! Cuando los futbolistas mueren, muere con ellos un poquito de mí y de mis sueños; un poquito de mi padre y de sus consejos; y un poquito de toda aquella emoción que todavía da toques al balón, dentro de mí, para salir a jugar el primer partido.


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