jueves, 26 de marzo de 2020

Nadie sonríe bajo las mascarillas


Grafiti de Tvboy pintado a mediados de febrero en Barcelona.


"Admiro aquellos que pueden sonreír en la adversidad".

(Leonardo da Vinci)



Y de repente, lo inesperado, lo que jamás hubieras imaginado ni en la más surrealista de tus pesadillas llega. Llega y te empuja de improviso contra un muro de realidad. Una realidad apenas conocida. Y del mismo modo, de repente, te encuentras bajo el balcón de tus padres viéndolos como un espejismo, a ellos y a tu abuela, sin poder subir a abrazarlos. Y te preguntan cómo estás y te dicen que vayas con cuidado, que salgas lo justo y necesario para ir a comprar comida o al trabajo. Que dejes la bolsa con las mascarillas en el ascensor y te marches. Que te atrincheres en casa, dicen, que el monstruo anda suelto. 
Y cada día ves las noticias por la tele, las escuchas por la radio, te informas en redes sociales... y aunque intentas aislarte, no puedes. No debes. Que si la media de edad de fallecidos es... que si el porcentaje de muertes es... que si tienes patologías previas es más probable que... Todos los puntos suspensivos llevan a la misma conclusión: a mí no me va a pasar nada. Porque todo lo malo le pasa a los demás, piensas. Porque siempre ha sido así y esto te alivia. Y justo en ese momento de exaltación de los pensamientos más egoístas y despreciables que puedes tener como persona, vuelves la vista atrás y caes en la cuenta de que ya no tienes quince años, y que tus padres están a las puertas de los setenta y que tu abuela va camino de los noventa y que lo inesperado como os decía al principio, te podría sorprender de repente. 

Con torpeza, te colocas los guantes que te dan a la entrada del súper, te acomodas la mascarilla para que el respirar no te empañe los cristales de las gafas. Circulas por los pasillos, en los que pocos nos miramos a la cara. No estamos acostumbrados a ello, es difícil mirarse con la boca tapada. Nadie sonríe bajo las mascarillas. Porque tú tampoco lo haces. Porque ver a tanta gente siguiendo un protocolo que hace dos días solo conocíamos por películas de pandemias, te quita las ganas de sonreír. "Señores clientes, por indicaciones sanitarias les recordamos que deben guardar las distancias de seguridad". Ya no suena música en los pasillos ni ofertas de última hora. Eso ahora carece de importancia. Compren lo esencial y enciérrense todos en sus casas. En sus putas casas. A todo se acostumbra el ser humano, y en nuestra defensa le quitamos hierro al asunto. Hacemos bromas, recibimos memes, y nos reímos de la situación, aun con un ojo puesto en el miedo y la incertidumbre de no saber qué pasará. Llegas a casa, te lavas las manos. Primero palma con palma, luego los dorsos y acabas limpiando con jabón dedo por dedo para volver a repetir el ritual por si queda algún resto del bicho entre ellos. Te las secas y en ese instante recibes una alerta en el móvil con el nuevo parte de contagios y muertes por el maldito monstruo. Nos acercamos a los 60.000 contagios y ya van 4.089 muertes por coronavirus en España.

Vuelve a tu mente el balcón, aunque ahora estás arriba y es tu familia la que saluda desde abajo. Tus amigos han venido a verte también y te abrazan desde la distancia. También algunos vecinos hacen lo propio desde sus balcones. Suenan cacerolas y algunas luces lejanas parpadean. Ha oscurecido en tu barrio y te sientes parte de ese porcentaje de muertes, de esa media de edad de fallecidos y empiezas a sentir la debilidad de esas patologías previas que nunca antes habías notado. Y aplaudes, aplaudes con fuerza aunque no sabes muy bien por qué, si por agradecimiento o por miedo. Pero lo haces. Un aplauso a la desesperada. Y les preguntas a tus familiares cómo están, y a tus amigos les dices que vayan con cuidado que salgan lo justo y necesario. Que se cuiden. Que se cuiden mucho. Mientras te quedas en casa y cruzas los dedos para que todo salga bien. Todo lo bien que puede salir algo para lo que no estábamos preparados. Algo de lo que, a pesar de no ser un mal sueño, te gustaría haber despertado.

2 comentarios:

  1. Tienes el arte de contar, pero también los sentimientos...

    Que estés bien, tú y los tuyos, cuídate.

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    1. Gracias, artista. Lo mismo digo, espero que tú y los tuyos estéis bien y puedas alegrarnos el confinamiento con tus lápices.

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