lunes, 4 de mayo de 2020

Salvar el mundo con guantes de frutería

"Hasta el infinito... ¡y más allá!"

(Buzz Lightyear)


De entre las infinitas maneras que nos habían enseñado, en cine y televisión, a la utópica situación de tener que salvar el mundo ante una pandemia, en ninguna de ellas entraba el hacerlo con guantes de frutería. Difícil de creer, pero cierto. Y dejo esto escrito para que quede constancia a generaciones venideras. Para que sepan de lo que fuimos capaces. Mi granito de arena para salvar este desierto llamado Mundo lo pongo cuando voy al súper y me dan, para no infectarme ni infectar, unos guantes de plástico holgados que hace poco más de un mes apenas servían para palpar la madurez de los tomates. Soy un héroe atípico, soy consciente de ello. Pero intento llevarlo con la mayor dignidad posible. Los guantes se escurren, te hacen sudar las manos y se rompen dejando tus dedos desnudos ante los fallidos intentos de desenganchar el adhesivo del código de barras de tu dedo índice, para conseguir pegarlo a aquel medio kilo de plátanos que acabas de pesar en la báscula. Nadie dijo que fuera fácil. Ser un superhéroe está a alcance de muy pocos. Y más cuando la cosa se complica un poquito más con cada visita al supermercado. El primer día lo hice sin guantes ni mascarilla. "Valiente", con cierto retintín, fue lo más bonito que me soltaron aquella tarde en la zona de pescadería, "y guarde un metro y medio de distancia con los mejillones, caballero", añadieron. No me vine arriba, capté su ironía a las primeras de cambio.




Ya para el segundo día me hice con un atuendo más acorde para continuar con mi salvación mundial. Me calcé una mascarilla de cirujano, pero confié en los guantes cortesía del propio supermercado. Los carros estaban desinfectados y sueltos para no tener que tocar monedas. Hasta aquí todo bien, un detalle por su parte, matemos al último malo y pasemos a la siguiente fase. Aquí el villano tiene montura, cristales y responde al apodo de "El Gafas". La mascarilla y las gafas son la antítesis en forma de binomio, son el yin y el yang de los héroes del confinamiento, la noche y el día de los que pretendemos acometer una salvación de tal magnitud de una manera anónima. Para que me entendáis todos, así se hace muy difícil salvar la humanidad. El respirar te empaña los cristales y es imposible no tener que dejar la nariz al descubierto si quieres distinguir la coca-cola sin cafeína de la coca-cola zero y el pasillo de los aperitivos del de las sopas de sobre. Pero quién dijo miedo. Llegas a la caja, después de cargarte al malo, tecleas el número pin con tu guante roto otra vez por el dedo índice, a pelo, dando muestras de tu herida de guerra, y pasas al siguiente nivel.

Aquí, después de varios días de compras indispensables, la situación ya se intuye de inicio que se ha vuelto más abrupta y salvaje. El hurto de carros de estos días en los que no has aparecido por el súper ha hecho que vuelvan a atarlos y debas utilizar monedas. Coges tu euro del bolsillo y con ello tu inmunidad pierde algo de crédito. Dudas entre cual será el mejor lugar, el menos manoseado, para coger y empujar del carro. La desinfección ha pasado a peor vida y ahora ya es un sálvese quien pueda o un "desinfécteselo usted mismo que a nosotros no nos pagan por ello". Lo coges por los lados y lo empujas con la rodilla para llegar hasta la entrada. Te acomodas la mascarilla con el meñique y te subes las gafas con los nudillos, te acercas a la mesa de seguridad para recoger un par de guantes y lo que encuentras en su lugar son bolsas de plástico (ver foto). Miras al vigilante, que se disculpa con un gesto, "esto es lo que hay", parece decir con un arqueo de cejas. Te anudas como puedes las bolsas en las muñecas, sabiendo desde el principio que esto va a ser cuanto menos complicado. Pero no es muy de superhéroe perder la compostura ni venirse abajo ante un panorama de tal calibre. Acomodas tus manos dentro de las bolsas y empiezas a tirar del carro. Ya no hay vuelta atrás, arranca la siguiente fase y la cosa pinta peliaguda.


  

No hay comentarios:

Publicar un comentario